Los frescos del destacado pintor español Francisco Goya se siguen guardando como oro en paño por su gran valor a nivel artístico. Por ello, sus pinturas pueden apreciarse en museos y exposiciones, llegando incluso a verse como decoración de edificios religiosos. Así ocurre en la ermita de San Antonio de la Florida, situada en el distrito de Moncloa-Aravaca, un templo religioso que guarda los frescos de este grandísimo pintor.
Dicha ermita es la única que se conserva en honor a San Antonio de Padua, mandándose construir por orden del rey Carlos IV. La construcción de cruz griega refleja desde su fachada una gran sobriedad de estilo neoclásico. En el año 1905 fue declarada Monumento Nacional construyéndose años después a su vera una iglesia idéntica en la que se pudiese rendir culto y conservar la ermita original durante muchos años más.
El afán por querer perdurar en el tiempo la ermita de San Antonio de la Florida tiene que ver con dos factores fundamentales: su gran pieza clave, la cúpula, y el pintor que la decoró, Goya. El rey mandó al famoso artista pintar el interior de la ermita sin saber éste que estaba decorando el techo del que sería su mausoleo tras su muerte.
Goya decidió centrarse en una temática novedosa para aquel momento: los milagros menos comunes de San Antonio de Padua. El padre del santo fue ajusticiado injustamente por asesino, por lo que San Antonio de Padua resucitó a la víctima para que testificase contra el verdadero criminal. Este momento es el que elige el pintor español para reflejar sobre los techos de la ermita, ante la atenta mirada de los religiosos de la época.
En la bóveda del ábside desarrolla el tema de la Adoración de la Santísima Trinidad a través de una técnica innovadora que rompía con las reglas de estilo tradicional. Por ello, al entrar al templo y mirar hacia arriba nos puede parecer que los personajes se encuentren en movimiento gracias a un fantástico efecto óptico que capta la atención de todos los visitantes.
Goya tuvo la libertad de poder realizar su obra a su gusto por lo que los colores, la técnica y el estilo de la decoración de la ermita son únicos e inigualables. Ayudado por Asensio Juliá en el año 179, Goya nos dejó en la cúpula de la ermita una auténtica obra de arte en la que se representa a la gente humilde junto con el santo. Entre 1987 y 2005 se llevaron a cabo tres campañas de restauración, en las que se realizó primero la rehabilitación completa del edificio y, después, la limpieza y consolidación de los frescos, que lucen hoy en día con todo su esplendor.
¿CÓMO ACCEDER A SU INTERIOR?
Para poder acceder a su interior se debe acudir de martes a domingo de 9:30 a 20:00 horas permitiéndose únicamente la entrada a diez personas durante un tiempo máximo de 15 minutos. Además, las visitas cumplen con todas las normas higiénicas-sanitarias para prevenir futuros contagios de Covid-19.
Tras la muerte del autor en Burdeos, se trasladaron sus restos a la ermita donde reposan actualmente. En el interior encontramos un sencillo altar a cuyos pies está la tumba de Goya junto a una inscripción en latín que refleja lo siguiente: “Aquí descansa Francisco de Goya y Lucientes, expertísimo pintor español y conocido por la gran celebridad de su nombre. Recorrida con honestidad la luz de su vida, murió el 16 de las calendas de mayo del año de nuestro señor de 1828 a la edad de 85 años. Descanse en paz.”