Así eran los bulevares históricos de Madrid, los escenarios perfectos para los peatones

Situados en el límite histórico de la ciudad, Madrid cuenta con cinco bulevares que han conseguido sobrevivir al paso del tiempo. Calles más anchas de lo habitual por las que transitaban los madrileños a diario rodeados de árboles y zonas comerciales. Del francés boulevard, estas avenidas delimitaban el ensanche urbano suponiendo una ampliación de la zona fortificada.

El origen de los bulevares de Madrid se remonta a la época de Felipe IV, monarca que ordenó levantar un límite físico que diferenciase las dos zonas de pagos de impuestos. Esta función se perdió en el siglo XIX, ya que limitaba la expansión de la ciudad. Alrededor de dicho límite se establecieron las conocidas como rondas, unos caminos de arena que acabaron convirtiéndose en amplias calles totalmente peatonalizadas.

Por difícil que resulte de creer, Madrid era una ciudad destinada a los peatones y no a los vehículos. Pocos eran los privilegiados que podían presumir de tener su propio coche y pasear por las calles de la ciudad con él. Por ello, la mayoría de los ciudadanos se trasladaban a pie y usaban para ello los itinerarios peatonales por los que apenas pasaban las ruedas.

“MADRID ERA UNA CIUDAD DESTINADA A LOS PEATONES Y NO A LOS VEHÍCULOS”

CIUDADES AMURALLADAS

Durante la época en la que las ciudades eran bombardeadas a diario, se levantaron grandes murallas que protegían a los vecinos que se refugiaban en el interior. Con el paso del tiempo, estos escudos dejaron de hacer falta y fueron derribados dando lugar a amplias calles que marcaban el límite entre las zonas antiguas de la ciudad y los nuevos ensanches.

Marqués de Urquijo, Alberto Aguilera, Carranza, Sagasta y Génova, éstos son los cinco bulevares de Madrid que siguen en la actualidad, aunque con un aspecto un tanto cambiado. En su estado original, su distribución era totalmente distinta, ya que contaba con pequeñas aceras cerca de los edificios, un amplio carril central que permitía el paso de los carros tirados por caballos y un paseo arbolado a cada lado del bulevar.

Antes de que se realizase el ensanche, éstas zonas apenas eran transitadas por los madrileños, ya que al otro lado de ellas tan solo se encontraba el límite de la ciudad. Con el avance de las nuevas calles fuera de los límites territoriales que prolongaban la ciudad, los bulevares comenzaron a llenarse de “vida” siendo calles con una ubicación estratégica y privilegiada.

Esto se debe a que los pequeños empresarios veían en estos nuevos escenarios un lugar idóneo en el que situar sus locales, puesto que al ser zonas tan transitadas por los vecinos de la zona, las opciones de incrementar sus ventas eran muy factibles. Además, las circunvalaciones también beneficiaron a éstas populares calles que permitían recorrer la ciudad fácilmente.

Si bien el trazado de los bulevares de la capital se mantiene en la actualidad, así como parte de su arbolado, con el tiempo el peatón fue perdiendo terreno en su superficie por el desarrollo del automóvil. Los coches tomaron el control de la ciudad y poco a poco fueron invadiendo el espacio de los peatones, construyéndose aparcamientos de turismos y redes de carreteras como las de Atocha y Cuatro Caminos.

Sin embargo, éstas anchas calles que estaban libres en sus orígenes de todo tipo de contaminación se han vuelto a poner de moda. Los bulevares y las zonas de paseo favorecen la vida urbana, por lo que el Ayuntamiento de Madrid pretende recuperar éstos históricos de la capital y extender la distribución a otras 23 calles y avenidas con al menos 25 metros de anchura.