Patones de Arriba, un pequeño pueblo en el que se ha detenido el tiempo

Patones de Arriba es un pequeño municipio madrileño situado en el nordeste de la Comunidad de Madrid ideal para realizar una pequeña escapada a la sierra. Se trata de uno de los ejemplos más representativos de la arquitectura negra propia de la Sierra de Allyon a una altura de 800 metros sobre el nivel del mar.

La historia de Patones de Arriba se remonta al siglo XVI cuando unos pastores de Uceda formaron el pequeño cortijo de Patones, que recibió este nombre por el apellido de su fundador Patón. Desde el siglo XVIII la historia de Patones ha estado marcada por la presencia de infraestructuras hidráulicas.

En la parte alta del pueblo, destacan las cuevas que en su origen servían de cochiqueras y de despensa para conservar los productos frescos. Junto a ellas se aprecian las eras, construidas con losas de pizarras planas y los restos de muros que fueron derribados con el paso del tiempo.

Actualmente, se trata de uno de los pueblos que más visitantes recibe cada día siendo considerado Bien de Interés Cultural. Tiene una superficie de 34 kilómetros cuadrados que se procuran conservar por todos los medios. Por este motivo, para acceder a Patones debemos de dejar el coche en el aparcamiento habilitado a la entrada del pueblo, pues solo los 539 habitantes están autorizados para aparcar en su interior.

“Solo los 539 habitantes están autorizados para aparcar en su interior”

Desde allí, podremos comenzar la Senda del Barranco, una oportunidad única para observar el acueducto del Canal del Atazar, mientras escuchas el sonido del agua corriendo por el arroyo y disfrutas de las vistas de la sierra.

En el camino, podemos observar varias cuevas excavadas en la roca y un sinfín de distintos tipos de vegetación que decoran el camino. El primer edificio que encontraremos al terminar la senda será la Iglesia de San José, que preside la plaza del pueblo. Dicha iglesia, era en 1653 una ermita con campanario hecha con piedra y cal.

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Un siglo después se convertiría en iglesia, donde se guardaban los retablos e imágenes más valiosas, y actualmente es la Oficina de Turismo del municipio. Otro de los lugares clave que no debemos perdernos si visitamos Patones de Arriba es el Antiguo lavadero.

EL ANTIGUO LAVADERO

Se trata de un emblema del pueblo ubicado en uno de los rincones con más encanto del municipio. Recibe el agua de la Fuente Nueva y era el principal lugar de reunión de las mujeres durante la mañana, mientras que los hombres se encargaban de las labores del campo y de la ganadería.

Junto al Antiguo Lavadero podemos encontrar la Nueva Fuente, aunque esta se remonta al año 1908. Durante muchos años, sirvió para abastecer de agua a todo el municipio y en ocasiones se empleaba como lavadero.

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Sus paredes y suelos construidos con pizarra o piedra caliza dan la sensación de estar pisando las calles de un pueblo de cuento. Sus antiguos hornos, destinados a hacer pan, denotan la arquitectura tradicional patonera tan presente en la actualidad.

Los tinados y arrenes son otras de las principales construcciones que destacan del pueblo. Estos, se utilizaban para guardar al ganado y sembrar el alimento de los animales. Se trataban de cabañas ganaderas formadas por un corral con una puerta de acceso en donde se ordeñaban a los animales.

El agua ha ido moldeando el terreno con el paso de los años, por lo que se han ido formando torreones o pirámides en la superficie del municipio. A estos torreones se les conoce como chimeneas de hadas y proporcionan un paisaje único que se puede observar paseando por la Presa del Pontón de la Oliva.

Cada invierno, Patones de Arriba celebra sus fiestas patronales en honor a la Virgen de las Candelas y a finales de año el Día de los Difuntos con “Las Calaveras“. Además, los patoneros conservan aún algunas de sus tradiciones más antiguas como los rondas, los bailes y el jolgorio.

Visitar Patones de Arriba nos da la oportunidad de trasladarnos al pasado y descubrir como vivían sus vecinos hace décadas. Sus calles de pizarra negra y sus viviendas de caliza nos harán sentir como si hubiésemos viajado en el tiempo.