Madrid es una ciudad que no deja de sorprender. Sus calles están llenas de misterios por descubrir. Para poder disfrutar del que hoy nos ocupa, solo tendrás que mirar dónde pones los pies.
Durante años, los canteros municipales de Madrid han ido dejando su huella por las aceras de la capital. Numerosas marcas secretas esperan sorprender a los madrileños. Nunca se anuncian, nunca se sabe cómo han llegado allí. Descubre hoy dónde están estos pequeños regalos secretos que los técnicos del ayuntamiento regalan a los madrileños.
LA IMPORTANTE LABOR DE LOS CANTEROS MUNICIPALES DE MADRID
Sorprendentemente, el Ayuntamiento de Madrid tiene una sección de canteros entre su plantilla. Estos se encargan de arreglar todos aquellos elementos urbanos y arquitectónicos que presenten algún tipo de desperfecto.
Su cuartel general se encuentra en La Casilla de la Casa de Campo. Aquí es donde se encuentra el taller donde se realizan las reparaciones que necesitan las calles de Madrid. Desde aquí es donde surge la magia.
Los canteros de Madrid llevan durante siglos dejando su firma en sus obras. Durante la Edad Media, estos artistas lo hacían además para poder diferenciar su gremio del resto de profesiones de la época.
GRANDES SECRETOS A VISTA DE TODOS
Con el tiempo, esta costumbre se perdió. Sin embargo, en los últimos años los canteros municipales del ayuntamiento decidieron recuperar estampar su firma y comenzó aquí uno de los secretos más guardados de la capital.
En las últimas décadas, estos han ido estampando diferentes dibujos en las piedras, bancos y adoquines de Madrid. Esta acción artística solo tiene una regla: nunca se anuncia dónde se van a poner ni qué significan.
Normalmente, estos símbolos secretos se sitúan en edificios o lugares emblemáticos de Madrid. Muchos de ellos intentan hacer un homenaje a sucesos o establecimientos ya desaparecidos y que merecen ser recordados debido a su relevancia en la Villa.
EL SOL DE MADRID Y LA CRUZ DE LA CALLE ALCALÁ
Nuestra ruta de secretos en el suelo de Madrid comienza en la Puerta del Sol. Si accedemos a esta emblemática plaza por la calle Alcalá y miramos hacia abajo podremos encontrar un sol tallado en la piedra.
Si continuamos por la gran calle Alcalá dirección Cibeles, aquí también podremos encontrar varios de estos secretos. El primero de ellos lo tenemos en el número 10, cerca de la plaza de Canalejas. En el suelo podemos ver un relieve que hace referencia a La Vida Económica de Frederic Marés, justo en la puerta de lo que será la próxima Galería Canalejas.
Si seguimos avanzando por aquí, nos tendremos que detener en el número 25 de la calle Alcalá. Una losa de granito con la Cruz de Calatrava cincelada nos espera, justo en la puerta de la Iglesia de las Calatravas. Otro símbolo parecido se encuentra al lado de la entrada del Convento de las Comendadoras, cerca de Conde Duque. Aquí podemos ver la Cruz de Santiago grabada.
LOS GATOS MÁS OCULTOS DE MADRID
Los madrileños son conocidos como ‘gatos’. Bajo esta denominación se encuentra aquellos que tienen la suerte de que sus cuatro abuelos han nacido en Madrid. Hoy en día es más fácil que te toque la lotería que conocer a un ‘gato’ puro.
Sin embargo, los gatos hoy son uno de los símbolos de la capital. Por este motivo, los canteros municipales no hay querido dejar pasar la oportunidad para convertir a este pequeño mamífero en uno de estos secretos tallados en la piedra.
La calle Amaniel, en el barrio de Conde Duque, fue reformada hace un par de ellos. Aprovechando las obras, aquí se instaló uno de estos secretos. En una de sus esquinas, los canteros dibujaron un gato, justo al lado de la zona de escaleras.
Pero este gato de Conde Duque no es el único. La calle Augusto Figueroa, en el corazón del barrio de Chueca, podemos descubrir otro. Este se encuentra frente al número 16. En esta ocasión, el animalillo se está estirando.
EL RECUERDO DE LAS ANTIGUAS FUENTES
Los gatos no son los únicos animales que forman parte de este entramado de piedra. En la esquina de la calle Hortaleza con Santa Brígida se encontraba una famosa fuente conocida como “de los Galápagos”.
Esta había sido diseñada por Ventura Rodríguez. Para recordar este lugar que sirvió de encuentro para los madrileños durante años, los canteros han dibujado dos bajorrelieves de tortugas justo en el sitio exacto en el que estaba el surtidor.
Otra de las fuentes que han sido inmortalizadas gracias al trabajo de estos artistas ha sido la de Caños del Peral. Este surtidor de agua, situado en la Plaza de Ópera, fue uno de los más importantes de la capital.
De hecho, sus restos aún se puede observar en el interior del metro de esta plaza. Para recordar que un día estuvo aquí, en el suelo podemos ver unas marcas que señalan su ubicación original. Gracias a esto podemos imaginar cómo eran aquellos tiempos en los que los madrileños se reunían con sus cántaros cada mañana cuando iban a por agua a las fuentes municipales.
EL RECUERDO DE LO QUE UN DÍA FUE MADRID
Como vemos, las marcas de cantería que han dejado no solo sirven como curiosidad para el visitante, también recuerdan lugares emblemáticos que un día formaron parte de la vida cotidiana de los vecinos de la capital.
Uno de ellos se encuentra en plena calle Carretas. En el número 4 de esta transitada vía se encontraba uno de los cafés literarios más importantes del siglo XIX. Este era el Café y Botillería de Pombo.
En este establecimiento se reunían intelectuales de la talla de ramón Gómez de la Serna. Tan importante fue que el artista José Gutiérrez Solana lo inmortalizó en uno de sus cuadros. De él hoy no queda nada. Solo unas letras en el suelo de su puerta que imitan, a tamaño real, el lugar donde lucía el cartel de su entrada.
En la Plaza de la Cebada también podemos encontrar unas espigas, en homenaje a la época en que los verduleros y labradores venían a la capital a vender sus productos. Lo mismo ocurre con el gran templo del séptimo arte que es el Cine Doré. En el suelo de la acera de la Filmoteca Española, los canteros dibujaron una cámara.
Ahora que ya conoces todos estos secretos, la próxima vez que camines por Madrid no podrás evitar mirar hacia el suelo para descubrirlo. Gracias a los canteros municipales por convertir a la capital en un lugar que no deja de sorprender hasta a los que viven en ella a diario.
