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Un amor que venció a la propia muerte, así es la historia del viaducto de la calle Bailén

Si paseas por el centro, hay un monumento que llama especialmente la atención. El viaducto de hormigón que atraviesa la calle Bailén se erige monumentalmente sobre Madrid, conectando el Palacio Real con el parque de las Vistillas.

Leyendas, suicidios, muchas películas rodadas en sus cercanías. Hoy repasamos la historia de este singular puente que ya forma parte de la historia de la propia ciudad de Madrid.

El primer puente de hierro sobre la calle Segovia

Para hablar de este gran puente primero hay que situarnos en las dos calles que forman parte de su construcción. Por arriba, pasa la calle Bailén. Bajo su impresionante ojo transcurre la calle Segovia.

Cuando Madrid se convirtió en la gran capital del reino de la mano de Felipe II, en la zona del Palacio Real se encontraba el Alcázar. Este estaba sobre una gran colina, por cuya base transcurría el río Manzanares.

La calle Bailén tal y como la conocemos ahora, finalizaba en el parque de las Vistillas. Como podemos ver por las cuestas que tiene el lugar, en aquel entonces, no era tarea fácil subir y bajar la colina para acceder al Alcázar.

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Primer puente de hierro situado en la zona del viaducto de la calle Bailén

La calle Segovia, por su parte, poco a poco fue ganando importancia pues era uno de los accesos a la ciudad. De esta función de entrada, en 1584 el arquitecto Juan de Herrera diseñaría el Puente de Segovia, siendo este el más antiguo de Madrid.

Madrid iba creciendo más y más, y cada vez se hacía más necesario construir un viaducto que acabara con el desnivel que existía entre la calle Segovia y la zona del Alcázar. En 1874 se construye un primitivo puente de hierro que unía el ya Palacio Real con la Basílica de San Francisco el Grande.

Este primer puente fue un gran alarde de ingenio para la época y sirvió de cruce para los madrileños durante algo menos de 50 años. Fue entonces cuando se empezó a deteriorar y surgió la fuerte necesidad de construir otro más robusto. Sin embargo, eso no sucedió hasta 1932.

El imponente viaducto de hormigón

El estado de conservación del viejo puente de hierro era peligroso. Por este motivo, en 1931 el Gobierno de la República convocó un concurso para construir un nuevo viaducto.

Numerosos arquitectos se presentaron ante tal oportunidad, pero al final el ganador fue Francisco Javier Ferrero Llusiá, que tardaría 2 años en construir su gran obra civil.

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El viaducto de la calle Bailén durante su construcción en 1932

Pocos años después se declara la Guerra Civil en España. La cercanía al frente de batalla de la Casa de Campo hizo que sirviera de parapeto y muchísimas balas impactaran sobre él, debilitando su estructura.

Ya en los 50, cuando el tráfico comienza a conquistar Madrid, los coches hicieron que acabara por agrietando pues este primitivo viaducto de Bailén había sido diseñado para soportar tranvías, no coches.

Tras varías remodelaciones, en los años 60 se corta el tráfico sobre este monumental puente. Entonces se plantea un gran dilema: ¿lo tiramos y construimos otro o lo mantenemos? Finalmente se mantuvo, pero bajo una fuerte remodelación.

La leyenda negra que atormenta al famoso puente

Lo que realmente hace único a este viaducto de Bailén es la asombrosa leyenda negra que le acompaña. Esta se inicia el mismo día de su inauguración. Uno de los primeros que pasó sobre este puente fue el entierro de Calderón de la Barca, vaticinando quizás cómo sería su futuro.

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Imagen de los restos de Calderón de la Barca sobre el recién inaugurado viaducto, en 1874.

A partir de aquí, el viaducto sirvió como lugar preferido para todos aquellos que decidían quitarse la vida precipitándose sobre la calle Segovia. Tan altos eran los datos de suicidio en aquel lugar, que tuvo que intervenir el propio Ayuntamiento de Madrid.

La primera medida fue colocar diez faroles enornes para iluminar la zona y así cohibir a los suicidas. No sirvió de nada. La prensa de la época se reía de esta solución y muchos periódicos decían que las nuevas farolas solo servían para que “los suicidas se fueran al otro mundo mejor alumbrados”.

Además de los suicidios, numerosos crímenes sucedieron sobre sus espaldas. Muchos asesinos tiraban a sus víctimas hacia abajo, incluso hay crónicas que relatan que numerosos atropellos sucedían en el tramo de la calle bailén que pasaba sobre el viaducto.

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Ilustración de Narciso Méndez Bringa (1868-1933)

En el siglo XIX, de manera totalmente desconocida, cada vez que alguien se suicidaba en este lugar, aparecía una cruz negra pintada en los pilares del viaducto. La policía madrileña nunca pudo averiguar el porqué de estos curiosos sucesos.

Toda esta leyenda negra se mantuvo hasta bien entrados los años 90 del siglo XX. Entonces se dejaron de dar los datos de suicidios semanales, aún así seguían siendo muy altos. El alcalde de la época, José María Álvarez del Manzano, decidió instalar unas pantallas de metacrilato para evitar que siguiera ocurriendo tal desgracia.

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Mamparas del viaducto de la calle Bailén para evitar los suicidios.

Las pantallas tapan todo el borde del viaducto. Además de ser totalmente antiestéticas, impiden a los madrileños disfrutar de una de las mejores vistas de la ciudad. Sin embargo, sí que fueron bastante efectivas y frenaron por completo la oleada de suicidios y crímenes.

Un amor que hizo un milagro en el viaducto de Bailén

Existe una curiosa historia de amor entre dos madrileños que transcendió en la historia y que sucedió justo sobre el viaducto de Bailén. El cronista Pedro de Répide, más conocido como ‘El Ciego de las Vistillas‘, fue el encargado de narrarla.

Corría el año 1875 por Madrid. El viaducto de Bailén llevaba menos de un año inaugurado. Por allí paseaba una joven de buena familia. Lo que nadie sabía es que su solitario paseo se dirigía al famoso puente para acabar con su vida.

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Foto del viaducto de Bailén el día de su primera inauguración.

La bella joven de había enamorado de un aprendiz de zapatero que vivía en el barrio de Carabanchel. Sus padres, que eran de alta alcurnia, se oponían a su unión pues pensaban que era poca cosa para su hija.

La pareja insistió, pero la familia de ella se negó en rotundo a aceptar este matrimonio. Ella, desolada, pensó que sin él la vida no tendría sentido. Por ello, se encaminó hacia el viaducto de Bailén con la firme idea de encontrar en aquella barandilla el fin de sus días.

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Viaducto de la calle Bailén en 1915

La chica saltó al vacío y, en ese momento, pasó una cosa que le salvaría la vida. Sus largas faldas se inflaron con el aire y las enaguas se convirtieron en un paracaídas que evitó la gran desgracia.

Nuestra protagonista sobrevivió. Los padres estaban tan sorprendidos que pensaron que se trataba de un milagro y que, por tanto, no se podían oponer a tal unión. Finalmente, la pareja acabó casándose.

Por las calles se oye que lo les unión fue tan fuerte que dio como fruto nada más y nada menos que catorce hijos. El amor entre esta pareja consiguió vencer hasta a la propia muerte.

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Viaducto de la calle Bailén en la actualidad

El viaducto de la calle Bailén mide 130 metros. La misma distancia que separó la vida de la muerte de muchos de los que decidieron acabar con su existencia precipitándose desde sus barandillas, esa que hizo que el amor venciera a la muerte.

Aún hoy los madrileños siguen observando con cierto miedo al vacío que acaba en la calle Segovia cada vez que pasan por su lomo, ahora siendo conscientes de toda la magia y misterio que desprende.