El Hospital Príncipe de Asturias, Medalla de Oro de Alcalá de Henares por su trabajo durante la pandemia

El Hospital Universitario Príncipe de Asturias (HUPA) de Alcalá de Henares ha recibido la entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad de Alcalá durante el pleno extraordinario celebrado por la Corporación municipal en el Teatro Salón Cervantes de la ciudad.

“En representación de todos y de cada uno de los trabajadores del Hospital, gracias, gracias y gracias”, ha destacado la directora gerente del Centro, la doctora María Dolores Rubio y Lleonart, quien aseveró que los profesionales habían dado “todo su esfuerzo y su dedicación a estos dos años de dificultades”.

La supervisora del Servicio de Admisión del HUPA, Carmen Soldevilla, ha intervenido en el acto junto a Juan Ángel Muñoz, responsable de Formación Continuada del Hospital y vicedecano adjunto de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Alcalá, y el doctor Alberto García Lledó, jefe del Servicio de Cardiología del Centro.

Soldevilla ha relatado cómo fueron aquellas semanas del inicio de la pandemia. “Ni la población ni los profesionales estábamos preparados para afrontar esa situación, nos sobrepasaba”.

El responsable de Formación Continuada del Hospital y vicedecano adjunto de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Alcalá ha dado las gracias porque “durante esos días de doloroso recuerdo, de no saber a qué se enfrentaba, miedos e incertidumbres, pero con sus aplausos, daban las fuerzas que se necesitaban para seguir haciendo lo que era, es y será siempre su derecho y nuestro deber, trabajar en beneficio de la salud pública”.

El doctor García Lledó ha calificado la primera ola de la Covid-19 de “inundación” y narra una experiencia en primera persona. “Durante marzo y abril del 2020 todo el Servicio de Cardiología, como muchos otros, se dedicaba a atender pacientes Covid. Yo me fui al servicio de Urgencias, de aprendiz de urgenciólogo, como apoyo de una compañera de ese servicio”, ha explicado.

De aquellos donaciones, como “agua de mayo”, se detiene en dos que a los profesionales les “tocaron el alma de forma muy particular: las batas que hicieron con las manos, y las pantallas decoradas por los niños, llenas de amor y de inocencia (se podría hacer con ellas un museo).