El desconocido Pasaje Matheu, el origen de las terrazas en Madrid

En los últimos meses las terrazas han jugado un papel fundamental en la Comunidad de Madrid. Han sido necesarias para que la hostelería siguiese funcionando durante la pandemia y para poder disfrutar de la tan ansiada libertad. La realidad es que siempre han estado ahí, pero como todo tuvieron un origen.

Para este, debemos remontarnos a 1870, fecha en la que las primeras llegaron a la capital. Fue 24 años antes, en 1836, año en que fue derribado el convento de Nuestra Señora de la Victoria, que presumía de su iglesia neoclásica y se localizaba muy cerca de la Puerta del Sol, en las inmediaciones de la Carrera de San Jerónimo. Y dónde según se dice, su misa de la victoria fue especialmente popular durante los reinados de Felipe III y Felipe IV.

GALERÍA COMERCIAL PARISINA

Este convento, sufrió graves daños durante la Guerra de la Independencia y finalmente, fue demolido tras la desamortización de Mendizábal, un proceso de comercialización de tierras y bienes propiedad de la Iglesia católica que se produjo a finales del primer tercio del siglo XIX. Tras esto, la limpieza del inmenso solar que ocupaba facilitó la ampliación de la Carrera de San Jerónimo y la apertura de la calle Espoz y Mina, entre otras.

En este momento fue cuando entró en juego el poderoso empresario Manuel Mathéu Rodríguez. Inspirado por la ciudad de la luz, este construyó entre 1843 y 1847 una típica galería comercial parisina. Pese a que por entonces era ya uno de los pasajes más suntuosos de Europa con sus elegantes tiendas, su espectacular cristalera y sus decoradas entradas, el estilo galo no terminó de cuajar en los madrileños, y su pretensión no tuvo mucho recorrido, terminando su actividad tras la liquidación de la empresa La Villa de Madrid, también de Mathéu, en 1854.

El desconocido Pasaje Matheu, el origen de las terrazas en Madrid Pasaje de Matheu Madrid 01

Pero al pasaje le aguardaban otros menesteres: desde 1870, y siguiendo con el tono gabacho de esta historia, en él se abrieron dos cafeterías, llamadas Café de Francia y Café de París, y entre ellos no fluía la armonía precisamente, pues representaban lo que hoy se podría denominar “las dos Españas”. El primero le pertenecía a un revolucionario llamado Camilo Double, huido de París tras la supresión de la corona en 1871.